sábado, 23 de junio de 2007

VIII

Y caminaba por los pasillos, pensando. Era tanto el tiempo que había pasado, que había dejado de calcular mis pasos: hoy seguía el camino más inconcluso de mi vida.

Luego de que el cielo amaneciese y el sol a mi lado tomase desayuno, tomé mis cosas y partí a jugar con el viento. No era como ayer, al parecer lo habían castigado. Era mucho lo que habiamos disfrutado el otro día, que quizás por el tiempo sus padres lo habían culpado del cambio climático en Asia. Fui a pedirles disculpas, pero me cerraron la puerta en mis narices. No quise volver a intentar.

Me senté, en la banca de la plaza, a leer el libro que me había prestado esa tarde: "2 libras de amor, un camino a la felicidad". Un bonito título para una novela de terror, pero que al final siempre terminaba con esas tontas moralejas que los grandes hacen suyas como filosofías de vida. Estaba hojeándolo, cuando la luna se sentó a mi lado, y me pidió que la dejase leer también. No soy quien para negarle algo a alguien, pero mi humildad cobra. Perdí el libro al cambiarlo por un sueño...uno cortito, pero suficiente para viajar a plutón, y quedarme un ratito allá.

Al volver a tierra, la lluvia me comenzaba a corretear de la plaza. De mala manera, las alfombras verdes me picaban la espalda, y me ponian caras feas para causarme miedo. Me levanté, y me retiré, con un fuerte dolor en los ojos. A las pocas horas, me acordé de lo del libro. No atiné a más que llorar.

En mi casa me esperaba ella. Estaba sola, en la oscura habitación de mi alma. Lloraba junto a mí, pero no estaba ahí. Era extraño, era mi realidad. No se ni su nombre, no se ni su dirección. Solo se que es hermosa, solo se que es verdad. Más que querer saber cosas, quiero sentirlas. Me acerqué a su lado, y me bofeteó, pero después de un rato me abrazó, y terminamos tomando once junto al hielo. Este se apagó justo cuando nuestros ojos se encontraron en la mar.

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